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En la Península Ibérica, durante los siglos XI y XII, parece que
la tendencia del comportamiento de la población, fue claramente alcista,
de una enorme expansión demográfica, a la que contribuyen una serie
de factores como por ejemplo incremento del índice de natalidad, repoblaciones
etc.
La Peste negra. La primera oleada de pestilencia, de la cual se tiene
noticia y que afectó a toda Castilla, fue la que penetró por Cataluña
en un barco genovés el año 1348 propagándose en todas las
direcciones por los distintos reinos, llegando a la meseta entre los años
1349 y 1350, y según la "Crónica de Alfonso XI", califica:
"E esta fue la primera e grande pestilencia que es llamada mortalidad grande",
es más, esta primera oleada de peste alcanzó al propio rey que,
en aquellos momentos, julio de 1349, se hallaba en el sitio de Gibraltar.
En la segunda mitad del siglo XIV se propagaron nuevas oleadas de peste,
por ejemplo en 1363-64, en 1374, en 1380, en 1393 afectó a toda la corona
de Castilla y alguna otra de ámbito más restringido y, aunque no
todas llegarían hasta nuestro pueblo, ni fuesen tan nefastas como la primera,
si que tendremos que admitir que influyeron en el desarrollo de la población,
estancándola, mermándola, incluso, en algún momento, puede
que llegase a desaparecer el total de la población de algunos de estos
asentamientos y lugares. En el Becerro de las Behertías, libro
que data de 1345 se recogen diversos núcleos de población que se
hallan totalmente deshabitados, todo lo cual argumenta el investigador Cabrillana
y concluye en su estudio que "La aparición en España de la
Peste Negra borró del mapa, para siempre, buena cantidad de lugares",
en algunas zonas hasta el 20% de los mismos. Otro ejemplo que podemos citar para
abundar y corroborar estos planteamientos, es el lugar soriano de Torre de Ambril
que hacia el año 1370 se describía de la siguiente manera:"fue
granja en tiempo de la regularidad y hoy es despoblado". Sabemos
y está documentado que, en 1450 la peste diezmó la población
de Atienza, hasta tal punto fue virulenta y mórbida que tuvieron que pedir
ayuda al rey. Podemos estar seguros que la peste llegó a nuestro pueblo,
ahora bien, la incidencia de muertes causada por las diversas oleadas pestilentes,
es algo que nunca sabremos con exactitud, pero debemos considerarla acorde con
lo que pasaba en la Villa de Atienza o en las zonas de influencia. En líneas
generales, hacia mitad del siglo XV, se produce una leve recuperación demográfica,
sin embargo en casos particulares, locales, este proceso sufre una recesión
política y demográfica por causas distintas a las generales que
estamos comentando. Es el caso de Atienza y su extenso territorio, en estos momentos
Atienza pierde su poder estratégico, político y demográfico.
Su territorio se ve reducido pasando, alguno de sus pueblos, a constituir nuevos
condados y, así, Albendiego, pasa a formar parte del condado de Miedes
de Atienza. La población del occidente europeo, durante los siglos
XIV, XV, XVI y XVII, sufrió un régimen de mortalidad catastrófica.
Parece que todas las circunstancias confluyeron para desembocar en el desmoronamiento
demográfico. Esta población de subsistencia estaba sujeta a las
fluctuaciones de las cosechas, es decir, una mala cosecha se traducía,
irremisiblemente, en un alza de precios de todos los alimentos, carestía,
hambre, mala alimentación todo lo cual potenciaba la epidemia, disparando
y multiplicando la mortalidad, anulando los pocos excedentes de población
que en los años pretéritos se hubiesen acumulado. Este
estado de cosas fue especialmente desfavorable en la corona de Castilla en la
que, además de las causas señaladas anteriormente, influyeron otras
de índole político, social y económico. Citaremos como ejemplo,
la opinión de Jordi Nadal en que, en su obra "La población
española", textualmente dice: "el imperialismo militar y colonizador,
la desmoralización de empresarios y asalariados, la riada de metales nobles
sobre una economía incapaz de absorberlos sellaron la decadencia y las
graves pérdidas humanas". Por lo tanto hemos de concluir que
en este periodo, la Peste Negra, causó importantes estragos en la población
provocando un estancamiento y, en algunos casos, una regresión importantes
en la población de la zona. Si prestamos atención a la pregunta
39 del cuestionario elaborado en las relaciones Topográficas de Felipe II y que
se pasó en 1580, en Gascueña, Bustares y Riofrío, en todas la respuesta del pueblo
es la misma: " ... que antes de ora ha tenido mas vecinos, los quales se han
despoblado por se haber muerto y por enfermedades."
Explosión
demográfica. A partir de finales del siglo XVII y principios del
siglo XVIII, se da una serie de factores que favorecen el aumento de la población,
aunque algunas de estas causas fueran ajenas al hombre, por ejemplo el desplazamiento
de la rattus rattus por la rattus norvegicus, es decir, la rata
negra fue desplazada por la rata gris, una serie de buenas cosechas, medidas higiénicas
etc. Este proceso y periodo que es conocido por la expresión: "explosión
demográfica", representó, en términos globales, una
recuperación espectacular de la población.
Epidemias
del Siglo XIX. A partir del siglo XVIII, desaparece la Peste Negra por
las razones que hemos apuntado, aunque en honor a la verdad, todavía hoy
se desconocen las causas exactas por las cuales desapareció la Peste Negra;
sin embargo aparecen otra serie de epidemias que diezmarán nuevamente la
población peninsular, y entre ellas, las más virulentas y mórbidas
se comportaron la viruela, las fiebres amarillas el cólera, las fiebres
amarillas.
La fiebre amarilla, una enfermedad de características
subtropicales, afectó sobre todo a la región andaluza y mediterránea,
durante el primer tercio del siglo y el cólera se propagó, sobre
todo, por la región central, aunque tuviera los orígenes en las
regiones costeras, resultando las regiones más afectadas aquellas que bordean
el Sistema Ibérico.
Durante el presente siglo se registraron cuatro
brotes de cólera que coincidieron todos ellos con las graves crisis económicas
y/o políticas, a saber: primer brote 1833-34 a raíz de la primera
Guerra Carlista, segundo brote 1854-55 coincidiendo con la carestía provocada
por la Guerra de Crimea y el pronunciamiento de O'Donnell, tercer brote 1864-68,
crisis económica que desembocará en la revolución de 1868
y el cuarto brote en 1885 que coincide con la crisis agrícola y pecuaria
y la propagación de la filoxera que asoló los viñedos españoles.
El
cólera es una enfermedad entérico-infecciosa causada por la ingestión
de bebidas o alimentos contaminados y, en ocasiones, actuaron como factor de transmisión
los ejércitos primero de los carlistas y luego de O'Donnell en la "Vicalvarada"
de 1854.
La tradición oral cuenta que en Somolinos y en Albendiego
estuvieron las tropas carlistas, aunque hay que advertir que, en la memoria del
pueblo, todos los conflictos que se produjeron durante el siglo XIX fueron guerras
carlistas, sin pararse a diferenciar unos periodos de otros, por lo que, esta
tradición oral no centra en el tiempo cuando, las citadas tropas, estuvieron
asentadas en Somolinos muy cerca del nacimiento del Río Bornova o Manadero
y posteriormente pasaron por Albendiego camino de Galve. De cualquier forma fuese
en 1833 o en 1855, es posible que los soldados actuasen como transmisores de la
epidemia de cólera. Se puede dudar que fuesen los soldados los transmisores
de la epidemia, pero de lo que no hay duda es que la epidemia afectó estas
tierras altas de la provincia de Guadalajara. Esta afirmación esta totalmente
documentada en los boletines oficiales de la Provincia que publicaban los partes
sanitarios de la misma donde se reflejaban las incidencias que el cólera
u otra epidemias, provocaban en los distintos pueblos, y así, en el Boletín
Oficial de la Provincia de fecha 2 de noviembre de 1855, número 152, entre
lo pueblos de la relación que componen el citado parte sanitario, encontramos
Somolinos el cual aporta los siguientes datos: - numero de invadidos (léase
contagiados) 158. - número de curados 90. - muertos 56.
Si
consideramos que Somolinos en este tiempo, tendría una población
parecida a la de Albendiego, 200 personas, debemos concluir que, como resultado
de esta epidemia de cólera, fallece la cuarta parte de la población.
Si
esto sucede en Somolinos, en Albendiego, situado a dos kilómetros de distancia
aguas abajo y, considerando que las medidas de cuarentena no se cumplían
con rigor, hemos de suponer que sufriría las mismas vicisitudes que su
vecino, aunque no hemos encontrado parte alguno sobre Albendiego no quiere decir
que no existiese la peste.
Con anterioridad, encontramos un parte sanitario
en el Boletín de la provincia número 126 de 19 de octubre de 1855
en el que figura Ujados y nos aporta los siguientes datos: Primero Ujados,
en esta ocasión está escrito con H, cosa que se advierte en la descripción
de esta localidad el Nomenclator
del Obispado de Sigüenza y, nos dice que: entre los días 17 y
18 de octubre de ese mismo año se registraron 2 invadidos (contagiados)
y 2 muertos, no encontrando ningún parte más que hiciese mención
a Ujados, aunque esto no quiere decir que no se produjera ninguna otra incidencia.
Por
último, simplemente hacer notar que, durante todo el siglo XIX la tasa
de mortalidad seguía siendo alta, aunque queda compensada por la mayor
tasa de natalidad, resultando un crecimiento vegetativo positivo.
Como
anécdota y para que sirva de patrón a la hora de imaginar la vida
en aquellos años hacemos una breve reseña del estudio sobre Economía
y Demografía de la vecina provincia de Segovia publicado por D. Juan Antonio
Folgado y patrocinado por Caja Segovia, que refiriéndose a la tasa de mortalidad
de esta provincia vecina dice: " ... cabe suponer alguna relación
de la alta mortalidad con la deficiente dieta alimenticia que por aquellos años
se disponía en la provincia de Segovia. Así, a finales del
siglo XIX la Diputación Provincial de Segovia, respondía a una encuesta
oficial sobre la alimentación en la provincia diciendo que hay zonas
en la misma que no comen más que pan disuelto en sebo y legumbre a diario,
sin que prueben el vino más que en contadas ocasiones. Otro organismo
oficial, el Consejo de Agricultura, Industria y Comercio, detalló
así lo que comían, hace ahora un siglo, los labradores segovianos:
pan, aceite y agua en forma de sopas, como desayuno; pan, garbanzos, patatas
y un trozo de salada o sebo, al mediodía; y unas patatas con bacalao o
sopas como las indicadas al principio, para cena. Este es el alimento diario por
regla general. Si bien los que pasan mejor acomodados suelen hacer uso del vino
del país y, aunque no frecuentemente, de carne.
Si en
la vecina Segovia vivían como relata el párrafo anterior en nuestra
tierra, limítrofe y con unas circunstancias iguales o muy parecidas, no
se debía separar mucho a la estampa descrita.
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