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El progreso, inexorable, va extendiendo sus brazos a lo largo y ancho de la geografía
peninsular y, como no podía ser de otra forma, también llegó
a Albendiego. Con el progreso llegaron las nuevas formas de vida lo que ocasionó
grandes cambios no solamente en la forma de vivir si no también, en el
concepto, en el fondo, cambiaron los valores y principios que hasta entonces habían
regido las vidas de sus habitantes, aunque siempre queda algún poso reminiscente,
sobre todo de querer imponer y hacer prevalecer la voluntad de algunos por encima
del derecho, la legalidad y la razón de otros, a esto, antes, se llamaba
caciquismo, hoy, según dicen, está totalmente erradicado de nuestra
sociedad.
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Pero no nos engañemos, este proceso de cambio, de transformación
se ha producido siempre, desde que el hombre está sobre la tierra, de lo
contrario, todavía estaríamos haciendo equilibrios en el escalón
inmediatamente superior al de los primates. En todas las generaciones pasadas
se han ido perdiendo formas de vida, costumbres, trabajos y valores con respecto
a los padres o abuelos, lo que ocurre es que, en esta época que nos ha
tocado vivir, los cambios y transformaciones han sido muy profundos y se han producido
en un corto espacio de tiempo, con lo que la percepción de tal transformación,
es muchísimo más obvia, teniendo como común denominador,
la agresión que la sociedad está ejerciendo sobre el medio ambiente.
A cualquier rincón que vayáis de vuestro pueblo, por muy recóndito
y apartado que esté, es posible que os encontréis una bolsa de plástico,
una cajetilla de tabaco, unos "dodotis" o cualquier otra cosa por inusitada
que parezca y, esto, es de los males el menor. Estoy convencido que todo esto
lo pagarán las generaciones venideras ya que nuestros dirigentes no quieren
ver y poner coto a estos problemas. En Albendiego, a partir de la década
de los sesenta, que empezó la gran corriente migratoria hacia las zonas
industrializadas, léase, Barcelona, Madrid, Zaragoza, Bilbao etc. ha sido
un goteo constante de hijos que han cogido el petate y han marchado buscando una
mejora de vida. De todos los que se fueron nadie volvió, excepto a pasar
las vacaciones, a pesar que, en los primeros tiempos, muchos de ellos lo pasaron
muchísimo peor que si viviesen en el pueblo, pero ninguno dio el paso de
regreso, quizás guiados por el amor propio o por no sentir entre sus convecinos,
el sabor de la derrota; pero si las condiciones físicas fueron duras, creo
que lo fueron muchísimo más las psíquicas, toda la carga
emotiva de dejar el terruño, la familia, los amigos, las costumbres eso
tiene un precio muy grande que creo que, nuestra sociedad, no ha valorado en el
grado que merece, por todo ello sirvan estas líneas como homenaje a todos
aquellos que, un día, tuvieron el valor de emprender un viaje hacia lo
desconocido, dejando atrás penalidades y amores. En la actualidad
este flujo parece que quiere tener un movimiento inverso, es decir, existen personas
desilusionadas de la vida solitaria de las grandes ciudades, que se han instalado
en estos pequeños pueblos, tratando de vivir más sosegadamente. En concreto, en
Albendiego, se ha establecido algunas, personas jóvenes, solteras unas, y en algunos
casos familias completas. Unos han encauzado su vida trabajando en las pequeñas
empresas familiares de los pueblos de alrededor o bien, como es el caso de la
familia joven que se ha establecido en nuestro pueblo, se han acomodado como ganaderos,
y Marta, ha instalado un pequeño taller artístico-artesanal, dedicándose
a la cerámica como forma de expresión creativa. Al parecer,
nuestro pueblo ha despertado el interés de algún artista fuera de nuestras fronteras,
concretamente de Gabriele van Kempen, que debió viajar por estas tierras y en
un arranque de inspiración, parece que desde el merendero, pintó un cuadro
cuyo título es Albendiego, y como veis plasma una imagen, distorsionada por la
visión del artista, representando una vista del "Monte", posiblemente
desde el merendero. | |
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