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  Albendiego: Recopilación de trabajos y profesiones.

   
 
  Naturales.
  Sociales.
 


En el censo de 1842, figura en los libros de intendencia de la provincia de Guadalajara "Servicios profesionales y Rentas de Trabajo" en los pueblos de la corona de Castilla del S.XVIII, las profesiones que desempeñaban los habitantes de Albendiego con su nivel de renta computada en reales de vellón.

Profesión                
    Renta r.v
  - Labrador
21.240   
  - Jornalero
540   
  - Pastor
1.080   
  - Carpintero
540   
  - Herrero
900   
  - Pañero
720   
  - Tundidor
540   
  - Miliciano
1.080   
  - Cabestreros
4.200   
  - Colonos
14.943   
  - Escribano
50   
  - Gente de iglesia
300   
  - Hornero
50   
  - Mesonero
50   
  - Molinero
1.500   
  - Tabernero
200   
  - Tetes. cura
568   
  Total ...............
48.501   

Como en todas las sociedades agrícolas, el transcurso de la vida en el pueblo lo marcaban las estaciones. Así en primavera se hacían los trabajos de:
Arada, alzar (labrar los campos que en la pasada campaña habían estado sembrados), binar (volver a labrar los mismos campos para matar las malas hierbas), terciar (volver a labrar preparándolos para la siembra).
Sembrar las patatas, dallar, volver y recoger la hierba, escardar, excavar, recoger hieros (yeros), algarrobas etc.
En verano, alrededor del día de Santiago (25 de julio), comenzaba la siega, en estos días llegaban segadores (peones) de otros pueblos e incluso de otras regiones. A medida que se iba segando, acarreaban la mies, a lomo de caballerías, a la era, donde al atardecer, se hacinaban los haces con el fin de que, si caía alguna tormenta, no se mojase.

Concluyendo la siega se echaba parva, es decir se extendía la mies en la era y se le daba unas cuantas vueltas a fin de que estuviese bien seca a la hora de empezar a trillar, de esta forma no costaba tanto trabajo. Seguidamente se "alvelaba" o aventaba (separar el grano de la paja). Se metía el grano en el "atroje" y se hacía el pajar, consistía en guardar la paja. Se transportaba la paja con "angueras", redes y sábanas. Las mujeres, aparte que participaban de todas estas faenas, hacían la comida y cada 10 o 12 días cocían un horno de pan, en el horno que cada uno tenía en su casa o en una construcción cercana, el horno.
En otoño se sembraba la añada comenzando por el trigo. La cebada no se echaba en la sementera hasta el mes de marzo. Se cogían las patatas, judías, garbanzos, almortas, "titos", las manzanas, en fin todos estos frutos que posibilitaban vivir casi de una manera autosuficiente.
Llegado el invierno, se paralizaban las actividades agrícolas, se quemaba mucha leña y nunca se estaba caliente, el calor se iba, junto con el humo, por las chimeneas donde se curaban las matanzas, por lo que el ir a por leña, era uno de los trabajos principales de esta época, aunque no era una faena exclusiva invernal. En muchas ocasiones hasta se iban a vender cargas de leña a pueblos próximos. El ganado también padecía los rigores climatológicos, y estaba más encerrado en los "casillos" y majadas, muchos días sin poder salir porque las nevadas, muy abundantes, hacían imposible el pastoreo, por lo que había que cuidarlo y tener más atenciones, incluso acarrear el agua con cubos a fin de que pudiese beber.

Antes que la fiebre migratoria mordiese en la sociedad del pueblo, en cada casa, había un carpintero y en esta época de invierno se aprovechaba y se hacían cantareras, losas de lavar, pies de cofre, sillas, puertas y ventanas con sus postigos, mesas etc. Algunos más especializados y habilidosos entraban dentro del campo de la ebanistería, poseían un vetusto torno que lo hacían funcionar por medio de una polea, unida a una gran rueda que tenía dos manivelas, una a cada lado, y en ellas se ponían dos mozos que impulsaban la rueda transmitiendo, por medio de la polea, el movimiento giratorio al palo que se quería tornear. Todas estas manufacturas, en muchas ocasiones, eran objeto de trueque, las cambiaban por vino aceite o cualquier otro producto que llegaba al pueblo.

Otro oficio que ha desaparecido y que en su día tuvo mucha importancia en la vida del pueblo fue el herrero. El es el que hacía los goznes de las puertas y ventanas, los cerrojos, los balcones más o menos artísticos y lo que era imprescindible en la vida del pueblo, herrar las caballerías no solamente del pueblo, también de los pueblos de alrededor que venía a poner o cambiar las herraduras a todas sus caballerías. El último herrero que hubo en Albendiego fue Eugenio, el Herrero.
Alrededor de los Santos, venían los "pimentoneros", que traían las especies y el pimentón para hacer la matanza.
En primavera llegaban, de tierras alicantinas, los tejeros, y se instalaban en un paraje que en la actualidad se conoce con el nombre de la Tejera, donde todavía se puede observar las ruinas del horno que empleaban para hacer tejas. La relación con los vecinos del pueblo era fluida, los vecinos acarreaban leña y cavaban la arcilla y los tejeros les pagaban con una parte de las tejas que cocían y por supuesto que eran unas tejas de gran calidad, se rompen antes las que hoy ponen nuevas que las que desde hace ochenta años están cubriendo los tejados.Alvelando
Cuando se hacían obras en una casa normalmente se empleaba barro, yeso y cal. Todas estos elementos se sacaban y elaboraban por cada vecino. Existen parajes que se refieren a estas actividades, la calera, y dos yesares, uno a cada añada. Del lugar se extraía el mineral, que la mayor parte de las veces estaba a flor de suelo, se quemaba en el horno y después se machacaba y acribaba empleando las "granzas", lo mas gordo, para solar y lo más fino para rebozar las paredes de los tabiques.
Una vez al mes, aproximadamente, venían los "pieleros", que traían distintos productos que normalmente cambiaban por pieles o huevos.
También el aceite y el vino era objeto de trueque.

Otro oficio, hoy totalmente desaparecido era el lañador-estañador, lañador porque ponía lañas (grapas) y estañador por que estañaba todos los útiles de cocina.
Para el grapado de vasijas se utilizaba un perforador (taladro de inercia), alicate, alambre y pasta para cerrar herméticamente las grietas de la vasija.
El taladro o perforador lo hacían ellos mismos. Con este perforador hacían dos agujeros, uno a cada lado de la rotura tratando de no perforar totalmente las paredes de la vasija. A continuación con alambre se hacía una grapa. Para ello, doblaban un pedazo de alambre poniendo sus dos mitades muy juntas, se hacía una patilla en una punta y la encajaban en uno de los orificios. Inmediatamente hacían la otra patilla que a su vez introducían en el otro orificio. El lomo de esta grapa, que iba un poco curvado, se presionaba con el dedo con el objeto de que quedase más sólidamente ajustada por extensión de la misma.
Puesta una grapa, seguían con las siguientes de la misma manera hasta terminar. Acto seguido, a lo largo del arreglo, daban una pasta que fraguaba enseguida, sobre cuya composición en otros tiempos guardaban en secreto. Se componía de cal viva y algún otro componente de tipo animal. Yunta labrando
Para estañar, llevaban unos botes con brasas en donde metían los estañadores unas varillas de hierro con mango de madera que en su otro extremo tenían una cabeza en la que una de sus caras estaba más afilada y es por donde aplicaban el calor para estañar y, a medida que pregonaba por las calles su trabajo, iba agitando arriba i abajo acompasándolo al paso, a fin de que no se apagasen las brasas y se enfriasen los estañadores.
En ocasiones, si el agujero de la vasija era excesivamente grande y no era aconsejable taparlo con estaño, se procedía de otra forma: se cortaban dos "chapitas" redondas de un diámetro un poco mayor que el agujero, a las que les hacían dos orificios en su parte central. Una de estas chapitas se colocaba en el interior de la vasija, cubriendo el agujero, apoyándola contra la pared de la vasija. Previamente se había hecho pasar un alambre través de los agujeros. La otra chapita se colocaba en el exterior de la vasija y haciendo pasar por sus dos orificios las puntas del alambre. Estas puntas se trenzaban, se retorcían quedando las chapas fuertemente adheridas a la vasija. Para que el hermetismo fuese total, entre las dos chapas, se ponía la misma pasta que usaban para reparar las vasijas de cerámica que antes hemos descrito.
   
   
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