El romanticismo se puede definir como un conjunto de variaciones que se producen en el ámbito de una superestructura, generada por una serie de cambios asociados a transformaciones socioeconómicas. La caída de las monarquías absolutas (o su fracaso) y del Antiguo Régimen, así como la paulatina implantación de un régimen burgués conduce al liberalismo. En él adquiere especial protagonismo una clase en auge: la burguesía.
El romanticismo tiene su génesis en el movimiento ilustrado del siglo XVIII y, hablando de criterios artísticos, en el neoclasicismo.
El romanticismo fue gestado en los principios del neoclasicismo, siendo su base el ideal de libertad que se tradujo en una autonomía de pensamiento y de expresión. En este momento de la historia, no sólo de España, sino de todo Occidente y de América se asistió a movimientos de independencia y a un fuerte nacionalismo, fruto en un primer momento del rechazo a la invasión Francesa efectuada por Napoleón.
Si el neoclasicismo bebió de las fuentes de la antigüedad, el romanticismo tomó como punto de referencia la Edad Media, con un apasionamiento y una fantasía sin precedentes. El romanticismo no puede considerarse un estilo sino que es más una corriente cultural que tiene su correspondencia de una manera concreta en cada una de las facetas que rodean al individuo. En el arte se le relaciona con las creaciones fantásticas y con el paisaje. En los temas se producirá una exaltación del pasado. Una de las características del romanticismo es la autonomía y experiencia sensual, la valoración de lo subjetivo y del acto de la creación frente a todo el conjunto de normas y reglas de la objetividad. De aquí surge la importancia del mundo de los sentidos y otro elemento que va a caracterizar esta época: la subjetividad. La fantasía y la imaginación cobran gran importancia y alcanzan dimensiones hasta entonces casi desconocidas, hasta la exaltación. El retorno a la Edad Media y a la religiosidad o a lo exótico son confluencias del sentir romántico.

.