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Rompió el silencio de siglos un ladrido en la Rocina ;
junto a un reseco acebuche los perros se arremolinan ;
por el viejo tronco asoma una cara tan divina
que el cazador, emocionado, cae al suelo de rodilla.
Quién hubiera sido tu, cazador de la marisma
para quedar sorprendido y ser el primero en ver
a la Virgen del Rocío.
Según cuentan, historia o leyenda, trasmitida a lo largo de los siglos,
esto es lo que precisamente sucedió con la venerable Imagen de Nuestra
Señora del Rocío. A principios del siglo XV, un vecino de la villa de Almonte
salió al campo con ánimo de distraerse en los placeres de la caza, y llegando
al sitio de su término municipal conocido con el nombre de La Rocina, los
perros se internan en la espesura, y con sus ladridos atraen la atención
del cazador que acude presto creyendo que se trataba de la muestra o el
agarre de una pieza, aunque cual no sería su sorpresa al descubrir y admirar
una imagen colocada sobre el tronco de un árbol reconociendo de inmediato
que se trataba de la image de la Madre de Dios.
Desde entonces es lugar de devoción mariana y centro de peregrinación por
Pentecostés, fechas en las que se ve inundada por miles de visitantes agrupados
muchos en Hermandades. Una aldea pequeña con calles de tierra, donde el
caballo y el cante flamenco son protagonistas.
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